Perder grasa tiritando

Cinco estudios publicados hace ya casi una década demostraron que los adultos poseen una grasa parda (también llamada grasa marrón) que, en lugar de almacenar lípidos como hace la grasa blanca, quema calorías.

Con anterioridad se sabía que los niños lactantes poseen esa misma grasa parda, que les sirve para producir calor y evitar la hipotermia, y que también es abundante en el caso de los animales que hibernan. Al final de invierno esa grasa marrón se activa para quemar la grasa blanca y así calentar al animal al despertar.

También encontramos grasa parda en los pequeños mamíferos que viven en zonas frías, a quienes ésta les sirve como “radiador” integrado.

Pero la ciencia siempre creyó que los humanos adultos no tenían esa grasa.

De acuerdo con un artículo publicado en la revista francesa La Recherche: “esta convicción estaba tan arraigada entre los especialistas en fisiología humana que durante años no la pusieron en duda a pesar de que diversas observaciones invitaban a hacerlo. Hay que decir, sin embargo, que dichas observaciones se habían realizado en un campo de investigación un tanto alejado del suyo: el diagnóstico por imagen en oncología. Y que, además, los artículos habían sido publicados en medios especializados en medicina nuclear, poco susceptibles de llegar a sus manos”.

Efectivamente, los cancerólogos suelen localizar los tumores buscando tejidos que consumen muchas calorías. Pero eso les llevó a darse cuenta de que hay zonas del cuerpo adulto que, sin ser cancerosas, queman muchas más calorías que otras: las zonas con grasa parda, que se encuentran a lo largo del cuello y las clavículas.

Las células de grasa marrón, denominadas según la terminología médica “adipocitos marrones” (adipocito: término proveniente del latín “adip”, que significa grasa, y “kyto”, célula en griego), son muy diferentes de las de grasa blanca. Son muy ricas en mitocondrias, que actúan como pequeñas centrales eléctricas de las células.

Para permitir a la célula cumplir sus funciones (como por ejemplo contraerse, en el caso de las células musculares), estas mitocondrias no producen energía celular, sino que generan calor. Es lo que denominamos “termogénesis”.

Dicho de otra forma: si usted posee mucha grasa parda, ésta quemará calorías

La grasa marrón contra la diabetes y la obesidad

El doctor Paul Lee, del Instituto de Investigación Médica Garvan, en Sidney (Australia), explica que “el interés por el control de la grasa parda ha aumentado mucho en los últimos años, ya que su capacidad para quemar energía lo convierte en un posible medio terapéutico para combatir la obesidad y la diabetes”.

Sus investigaciones demuestran que 50 g de grasa parda permiten quemar hasta 50 g de grasa blanca al día (o lo que es lo mismo, 300 kcal)

. Además, las personas que poseen mucha grasa marrón también tienen menos glucosa en sangre. Es decir, la grasa marrón permitiría luchar al mismo tiempo contra la obesidad y la diabetes.

Tan importante es este hallazgo que la ciencia ya se ha puesto manos a la obra en la búsqueda de una fórmula que permita generar grasa parda en organismos adultos. De hecho, un reciente estudio realizado en ratones ha demostrado que un fármaco es capaz de reprogramar las células y convertir la grasa blanca en grasa marrón.

Pero la buena noticia es que es no se necesita ningún fármaco para ayudar a las células de grasa blanca a convertirse en células de grasa parda; esto puede conseguirse naturalmente.

Producir grasa “buena” de forma natural

Varias investigaciones han demostrado que es posible aumentar las cantidades de grasa marrón simplemente llevando menos ropa de abrigo, durmiendo a una temperatura un poco más fresca e incluso, aunque le sorprenda leerlo, llegando a tiritar. Ahora entenderá por qué.

Permanecer durante 10 ó 15 minutos al día a una temperatura lo suficientemente fresca como para que ésta le haga tiritar un poco aumentará tanto sus niveles de grasa “buena” (parda) como el ejercicio físico moderado.

Tiritar de frío es una reacción natural de contracción de los músculos para producir calor y calentar el cuerpo cuando la temperatura es insuficiente. Los escalofríos aparecen cuando la temperatura ambiente desciende por debajo de los 16º C y no llevamos ropa que abrigue demasiado.

La conversión de la grasa blanca en grasa parda se produce bajo el efecto de una hormona, la irisina, descubierta por investigadores de la Universidad de Harvard en 2012 y que es generada por los músculos mientras se realiza ejercicio físico, pero también mientras se tirita de frío.

De acuerdo con las pruebas realizadas por este equipo de científicos norteamericanos, se fabrica tanta irisina tiritando de frío entre 10 y 15 minutos como montando una hora en bicicleta.

Pero el efecto es todavía más notable en aquellos que se acostumbran a vivir, y sobre todo a dormir, a una temperatura más bien fresca.

Un estudio publicado en junio de 2014 en la revista Diabetes asegura que dormir en una habitación a 19º C aumenta entre un 30 y un 40% la cantidad de grasa parda, mientras que por el contrario dormir a 27º C la reduce.

Durante la jornada, mantener la temperatura ambiente de las estancias en las que se encuentre a 19º C es más más que suficiente. Desgraciadamente la tendencia actual es a caldear cada vez más los ambientes, y muchas personas, sobre todo las más mayores, acostumbran a poner el termostato a 22º C, una temperatura que disminuye notablemente sus niveles de grasa parda y provoca un aumento de peso.

FUENTE

*********************************************************************************************

FIEBRE: ¿QUÉ HACER CUANDO SUBE LA

TEMPERATURA CORPORAL?

La combinación de los excesos navideños la llegada del frío intenso y la vuelta al trabajo suele ser la tormenta perfecta para sufrir un resfriado y con él los malditos mocos, el malestar y la fiebre.

Cuando estos síntomas aparece nuestra tendencia de los últimos años es a inhibirlos con medicamentos pero lo que no sabemos es que quizás estos síntomas y sobretodo la fiebre  forman parte de nuestra defensa ante los virus.

La fiebre es una respuesta crucial y básica a la infección que se ha conservado tanto en los vertebrados de sangre caliente como en los de sangre fría a través de 600 millones de años de evolución.

De hecho, aumentar la temperatura ante una infección es una reacción que  incluso está presente hasta en algunas plantas.

¿Crees que es una buena idea que ahora decidamos por norma bloquear su aparición?

Durante el post de hoy aprenderemos cómo se produce la fiebre, qué ocurre cuando la tenemos y cómo actuar ante ella.

ASPECTOS GENERALES SOBRE LA FIEBRE

La fiebre es una respuesta corporal que aparece durante una infección o una enfermedad inflamatoria.

La inducción de fiebre en animales de sangre caliente ocurre a un elevado coste metabólico ya que aumentar un grado la temperatura corporal requiere un aumento de entre un 10 y un 12,5 % el metabolismo basal por lo que el cuerpo tiene que tener muy claro que le será beneficioso o no invertiría tantos recursos.

Y así es.

Existen múltiples evidencias que el aumento de entre 1 y 4 grados que ocurre durante la fiebre mejora la supervivencia y la resolución de infecciones.

Por ejemplo, el uso de antipiréticos (medicamentos que disminuyen la fiebre como la aspirina o el gelocatil) se correlaciona con un aumento de un 5% en la tasa de mortalidad de personas infectadas por el virus de la gripe.

Aunque es verdad que la fiebre no siempre es beneficiosa y en casos de extensas inflamaciones o sepsis, parece ser que disminuir la temperatura es más beneficioso y suele ocurrir también naturalmente.

CÓMO SE PRODUCE LA FIEBRE

La inducción y el mantenimiento de la fiebre requiere de un trabajo coordinado entre el sistema inmune innato y el sistema nervioso tanto periférico como central.

En primer lugar, el sistema inmune detecta algún patógeno (bacteria, virus u hongo).

Una vez detectado, se liberan unas sustancias llamadas citoquinas que informan a nuestro cuerpo de que hemos sido infectados.

Nuestro cerebro percibe estas señales y reacciona produciendo neurotransmisores que aumentan nuestra temperatura corporal. La substancia más estudiada con efectos pirógenos (elevador de la temperatura corporal) es la Prostaglandina E2.

Esta sustancia es liberada tanto en el cerebro como en los propios tejidos afectados de la periferia.

Para aumentar la temperatura, se estimula la actividad metabólica del tejido adiposo marrón y se produce una vasoconstricción de las extremidades para reducir la pérdida pasiva de calor.

A su vez la musculatura también contribuye al aumento de temperatura usando sus propios depósitos energéticos para producir calor.

BENEFICIOS DE LA FIEBRE

La producción de fiebre es un proceso complejo y global por lo que es difícil señalar unos beneficios concretos ya que actúa sobre todo el cuerpo globalmente. Aún así podemos destacar los efectos principales:

  1. Estimula la liberación de neutrófilos desde la médula ósea y promueve su reclutamiento al lugar de la infección. Los neutrófilos son claves tanto para solucionar la infección como para la recuperación de los tejidos dañados.
  2. Aumenta la actividad citotóxica de unas células llamadas Natural killers (NK). Las células NK son también claves en la protección contra tumores.
  3. Aumenta la capacidad fagocitaria de macrófagos y celulas dendríticas. De esta manera se acelera la eliminación de los patógenos, la limpieza de residuos de tejido muerto y la presentación del patógeno al resto de nuestras defensas para realizar una respuesta inmunitaria óptima.
  4. Mejora el tráfico de células especializadas como linfocitos hacia el lugar de la infección que se diferenciarán para generar la respuesta más adecuada según el patógeno que encuentren.
  5. Incrementa la permeabilidad de los vasos sanguíneos cercanos a la infección, para permitir todo este tráfico de células inmunitarias.
  6. En un primer momento la fiebre estimula la producción de sustancias inflamatorias, una vez las células inmunes son activadas, se observa una liberación de sustancias antinflamatorias para conseguir la respuesta modulada, ni demasiado agresiva ni demasiado suave.

Como vemos la fiebre ayuda a dirigir nuestras defensas hacia el lugar de la infección y las hace más efectivas para eliminar el patógeno y resolver los daños causados por la agresión.

Para una respuesta inmune adecuada ante una infección nuestro cuerpo depende del aumento de temperatura.

CUÁNDO PARAR LA FIEBRE

Como ocurre normalmente siempre habrá situaciones donde debemos recurrir a los antipiréticos. Las dos más habituales son las siguientes:

  1. Las mismas substancias que inducen un aumento de temperatura provocarán lo que suele llamarse conducta de enfermo. No tendremos ganas de hacer cosas, el cuerpo nos molestará y estaremos menos motivados e incluso algo tristes. Esto se debe a que el hecho de que durante la fiebre activemos nuestro sistema inmune y nuestras defensas consumen más energía. Durante este proceso, nos interesa una conducta de quedarnos en casa ahorrando la energía para que la usen nuestras defensas. Cuando el malestar es demasiado alto, no soportamos el dolor o la astenia es demasiado potente, podemos recurrir si no queda más remedio a los antipiréticos para mejorar las sensaciones momentáneamente aunque corremos de riesgo de retardar o cronificar la solución de la infección.
  2. Cuando la fiebre es muy elevada, la infección es muy amplia o el cuerpo está demasiado débil: Como hemos visto para aumentar la temperatura exigimos mucho a nuestro metabolismo, si el cuerpo está muy débil puede ser que no tolere bien una respuesta tan aguda y entre en fallo por lo que en esta situación bajar la fiebre es altamente recomendable.

Es por ello que te recomendamos consultar con tu médico antes de decidir si debes tomar medicación o no.

CONCLUSIONES

La conservación evolutiva de la respuesta fiebre durante millones de años está en consonancia con su función protectora o dicho de otra manera, el beneficio de supervivencia que nos otorga supera el coste metabólico de elevar nuestra temperatura corporal.

Las temperaturas febriles sirven como sistema de alerta sistémica que promueve ampliamente la vigilancia inmunitaria durante el desafío de la invasión por patógenos.

La comprensión de la naturaleza inmune-protectora de la fiebre ha cambiado radicalmente el enfoque de cómo abordarla. Forma parte del proceso fisiológico de defensa y por tanto en general no solo no debemos inhibirla sino que en muchos casos debemos estimular su aparición.

Esta comprensión ha abierto a su vez nuevas vías para explotar las actividades inmunoestimuladoras del estrés térmico en el contexto de ciertas terapias como el cáncer o las patologías autoinmunes.  

Así que de nuevo confía en tu cuerpo: son 2 millones de años de experiencia en cómo solucionar una infección.

FUENTE