Poema LVIII

Con un gobierno ligero
El pueblo se vuelve sencillo.
Con un gobierno severo
El pueblo se torna malicioso.

La felicidad se apoya en la desdicha.
La desdicha se oculta en la felicidad.
 Lo supremo es no dar órdenes,
¿pero quién se da cuenta de ello?
De otro modo, el orden se convierte en arbitrariedad,
La bondad en malignidad,
Y la obcecación reina en la vida humana.

Por eso el sabio tiene un espíritu afilado, pero no coarta.
Es agudo, pero no pincha.
Corrige, pero no refrena.
Es brillante, pero no deslumbra a los demás.

 

 

 

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