UN AMOR SALUDABLE

El amor saludable hacia uno mismo constituye un gran valor espiritual. Aquel que no se ama a sí mismo será incapaz de amar a otra persona, nunca. La primera vibración del amor tiene que surgir en tu corazón. Si no ha surgido por ti mismo no surgirá por ninguna otra persona, porque cualquier otra persona está mucho más lejos de ti.

Uno tiene que amar su propio cuerpo, uno tiene que amar su propia alma, uno tiene que amarse en su totalidad. Y esto es algo natural; de lo contrario no serías capaz de sobrevivir. Además es algo bello, porque te embellece. Aquel que se ama a sí mismo se vuelve refinado, elegante. Aquel que se ama a sí mismo está destinado a volverse más silencioso, más calmado, más meditabundo; más lleno de oración que aquel que no lo hace.

Si no te gusta tu casa, no la limpiarás; si no te gusta tu casa, no la pintarás; si no te gusta, no la rodearás de un bello jardín con un estanque con flores de loto. Si te amas a ti mismo, crearás un jardín alrededor de ti. Tratarás de explotar tus potencialidades, de exteriorizar lo que puedes expresar. Si te amas, continuarás colmándote, alimentándote.

Si te amas, te sorprenderás: otros te amarán. Nadie ama a una persona que no se ama a sí misma. Si ni siquiera tú eres capaz de amarle, ¿quién se va a tomar la molestia de hacerlo?

Aquel que no se ama a sí mismo no puede permanecer neutral. Recuerda: en la vida no hay neutralidad. Aquel que no se ama, odia, necesariamente odiará; la vida no conoce la neutralidad.

La vida supone siempre una elección, Si no amas no quiere decir que vayas a permanecer en ese estado de no-amor. No, odiarás. Y la persona que se odia a sí misma se vuelve destructiva. La persona que se odia a sí misma odiará a todos los demás, estará siempre enfrentada y siempre rabiosa. Aquel que se odia a sí mismo, ¿cómo puede esperar que los demás le amen? Destruirá toda su vida. Amarse a uno mismo supone un gran valor espiritual.

Yo predico el amor a uno mismo. Pero, recuerda, amor a un mismo no significa orgullo egoísta. En realidad, significa lo contrario. Aquel que se ama a sí mismo descubre que no tiene ego. El amor diluye siempre el ego; es uno de los secretos alquímicos que hay que aprender, entender, experimentar. El amor diluye siempre el ego. Siempre que amas el ego desaparece.

Amas a una persona y, al menos, durante los breves momentos que dura el verdadero amor por ella, no hay ego en ti, no hay un yo.

El ego y el amor no pueden coexistir. Son como la luz y la oscuridad: cuando llega la luz, desaparece la oscuridad. Si te amas a ti mismo, te sorprenderás: el amor a un mismo implica la desaparición del ego. En el amor a uno mismo no hay ningún atisbo de ego. He aquí la paradoja: el amor a uno mismo carece totalmente de ego. No es egoísta, ya que siempre que hay luz desaparece la oscuridad, y siempre que hay amor no hay ego. El amor derrite el ego congelado. El ego es como un cubito de hielo; el amor es como el matinal, el calor del amor..., y el ego se empieza a derretir. Cuanto más te ames a ti mismo, menos reflejos del ego encontrarás en ti, y te verás inmerso en una gran meditación, un gran salto hacia la divinidad.

¡Además, tú ya lo sabes! Puede que no lo sepas en lo que respecta el amor a uno mismo, dado que no te has amado a ti mismo, pero has amado a otras personas; debes haber tenido atisbos de esto. Debes haber tenido algunos escasos momentos en que, por un instante, de repente, tú no estabas allí y sólo estaba el amor. Únicamente fluía la energía del amor, desde ningún centro, de ninguna parte a ninguna parte. Cuando dos amantes están sentados uno al lado del otro hay dos «nadas» sentadas juntas, dos ceros sentados juntos; y aquí radica la belleza del amor: en que te vacía totalmente de tu ego.

Por tanto, recuerda, el orgullo egoísta no es nunca amor a uno mismo. El orgullo egoísta es precisamente lo contrario. Aquel que no es capaz de amarse a sí mismo se vuelve egoísta. El orgullo egoísta es lo que los psicoanalistas han denominado modelo de vida narcisista, el narcisismo.

Puede que hayas oído el mito de Narciso: se enamoró de sí mismo. Al mirarse en el agua de un estanque silencioso, se enamoró de su propio reflejo.

Ahora tienes que ver la diferencia: el hombre que se ama a sí mismo no ama su reflejo;únicamente se ama a sí mismo. No hay necesidad de espejo; se conoce interiormente. ¿No te conoces a ti mismo, no sabes que existes? ¿Necesitas una prueba de que existes? ¿Necesitas un espejo para probar que existes? Si no tuvieras un espejo, ¿dudarías de tu existencia?

Narciso se enamoró de su propio reflejo, no de sí mismo. Éste no es el verdadero amor a uno mismo. Se enamoró del reflejo; el reflejo es el otro. Se ha convertido en dos, se ha dividido. Narciso estaba dividido. Estaba sumido en una especie de esquizofrenia. Se había convertido en dos: el amante y el amado. Se había convertido en su propio objeto del amor, y esto es lo que les ocurre a muchas personas que piensan que están enamoradas.

Cuando te enamores de una mujer, observa, estate alerta; puede que no sea otra cosa que narcisismo. El rostro de la mujer, sus ojos, sus palabras, puede que funcionen como un lago en el que estés viendo tu reflejo. Yo he observado esto: de cien amores, noventa y nueve son narcisistas. El hombre no ama a la mujer que tiene ahí. Ama el aprecio que la mujer le está dando, la atención que le está dedicando, los halagos con los que está siendo envuelto. La mujer halaga al hombre, el hombre halaga a la mujer; es un halago mutuo. La mujer dice: «No hay nadie tan maravilloso como tú. ¡Eres un milagro! Eres la persona más grande que ha creado Dios. Incluso Alejandro Magno no era nada a tu lado». Tú te quedas asombrado, se te hincha el pecho y la cabeza te empieza a dar vueltas; no son más que tonterías, pero te empieza a dar vueltas. Tú le dices a la mujer: «Eres la mayor creación de Dios. Incluso Cleopatra no era nada comparada contigo. Dudo que Dios pudiera mejorarte. No existirá nunca otra mujer como tú».

¡Esto es lo que tú llamas amor! Esto es narcisismo: el hombre se convierte en estanque y refleja a la mujer, y la mujer se convierte en estanque y refleja al hombre. De hecho, no refleja únicamente la verdad, sino que la adorna de mil maneras, haciéndola parecer más bella. Esto es lo que la gente denomina amor pero no lo es; es una mutua satisfacción del ego.

El amor auténtico desconoce el ego. El amor auténtico comienza primero como amor a uno mismo.

Evidentemente, tú tienes este cuerpo, este ser, estás arraigado en él, ¡disfrútalo, acarícialo, celébralo! No hay lugar para el orgullo o el ego porque no te estás comparando con nadie. El ego surge sólo con la comparación. El amor a uno mismo desconoce la comparación; tú eres tú y eso es todo. No quieres decir que otra persona sea inferior a ti; no te estás comparando en absoluto.

Siempre que surge la comparación, sé consciente de que no es amor; es un truco, una estrategia sutil del ego.

El ego vive gracias a la comparación. Cuando le dices «te quiero» a una mujer, significa una cosa; cuando le dices a una mujer: «Cleopatra no era nada en comparación contigo», significa otra cosa, otra completamente distinta, justo lo contrario. ¿A cuento de qué viene lo de Cleopatra? ¿Puedes amar a esta mujer sin mencionar a Cleopatra? Nombras a Cleopatra para reforzar el ego. Amas a este hombre, ¿por qué sacar a colación a Alejandro Magno?

El amor desconoce la comparación; el amor simplemente ama, sin comparar.

Por tanto, ten presente esto: siempre que exista una comparación, es orgullo egoísta. Es narcisismo. Y cuando no hay comparación, recuerda, es amor, ya sea a uno mismo o al otro.

En el amor auténtico no hay división. Los amantes se funden el uno en el otro. En el amor egoísta hay una enorme división, la división del amante y del amado. En el amor auténtico no hay relación. Permíteme que lo repita: en el amor auténtico no hay relación por que no hay dos personas que se tengan que relacionar. En el amor auténtico sólo hay amor, un florecimiento, un aroma, una fusión, una unión. Sólo en el amor egoísta existen dos personas, el amante y el amado. Y siempre que hay un amante y un amado, el amor desaparece. Siempre que hay amor, el amante y el amado desaparecen en el amor.

El amor es un fenómeno tan grandioso que no puedes sobrevivir en él.

El amor auténtico está siempre en el presente. El amor egoísta está siempre en el pasado o en el futuro. En el amor auténtico hay una frescura apasionada. Parece paradójico, pero todas las grandes verdades de la vida son paradójicas; por tanto, yo lo llamo frescura apasionada: hay calidez, pero no hay calor en él. Naturalmente, existe calidez, pero también existe frescura, un estado muy sosegado, calmo, dulce. El amor lo hace a uno menos febril. Pero si no es amor auténtico sino amor egoísta, entonces hay un gran calor. Entonces hay una pasión como una fiebre; no hay ningún tipo de sosiego.

Si puedes recordar todo esto, tendrás el criterio suficiente para juzgar. Pero uno tiene que empezar con uno mismo; no existe otro camino. Uno tiene que empezar desde el lugar en el que está.

Ámate a ti mismo, ámate con intensidad, y en ese mismo amor desaparecerán tu orgullo, tu ego y demás tonterías. Y cuando hayan desaparecido, tu amor empezará a alcanzar a otras personas. Ya no será una relación, sino un compartir. No será una relación de objeto/sujeto, sino una fusión, un estar juntos. No será algo enfermizo; será una dulce pasión. Será algo al mismo tiempo cálido y fresco. Probarás por primera vez lo paradójico de la vida.

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