Cuando el desierto egipcio era la morada de aquellos
Santos varones conocidos como los “Padres del Desierto”,
Una mujer que padecía un cáncer de mama acudió a
Buscar a uno de ellos, un tal Abad Longinos, que tenía
Fama de santo y de taumaturgo.

Y estando la mujer paseando junto al mar, se encontró
Con Longinos en persona, que estaba recogiendo leña. Y
Ella, que no le conocía, le dijo: “Santo padre, ¿podría
Usted decirme dónde vive el siervo de Dios Longinos?”

Y Longinos le replicó: “¿Para qué buscas a ese viejo
Farsante? No vayas a verlo, porque lo único que te hará
Será daño. ¿Qué es lo que te ocurre?”.

Ella le contó lo que le sucedía y, acto seguido, él le dio su
Bendición y la despidió diciendo: “Ahora vete, y ten la
Seguridad de que Dios te devolverá la salud. Longinos no
Te habría sido de ninguna utilidad”.

La mujer se marchó, confiando en que había quedado
Curada –como así sucedió, antes de que  transcurriera un
Mes-, y murió muchos años más tarde, completamente
Ignorante de que había sido Longinos quien la había
Curado.


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Se acercó alguien a un discípulo del místico musulmán
Bahaudin Naqshband y le dijo: “¿Por qué oculta sus
Milagros tu Maestro? Personalmente, yo he recogido datos
Que demuestran, sin lugar a dudas, que él ha estado
Presente en más de un lugar al mismo tiempo; y que ha
Socorrido a muchas personas en apuros, aunque luego lo
Atribuya a la buena suerte de dichas personas.
¿Por qué lo hace?”

“Sé perfectamente de lo que me hablas”, respondió el
Discípulo, “porque yo mismo lo he observado. Y creo que
Puedo responder a tu pregunta. En primer lugar, al
Maestro no le gusta ser objeto de atención. Y, en segundo
Lugar, está convencido de que, una vez que la gente
Manifiesta interés por los milagros, ya no desea aprender
Nada de verdadero valor espiritual”.